Cuando no se es el todo sino una parte del todo es importante ceder al bien de todos por encima del bien particular. Una idea que debe analizarse al caso concreto. Muchas veces la parte debe -y puede-, estar contra el todo.
Pero, contrario a lo que podemos decir de la familia es posible considerar que la sociedad es un límite a la libertad individual de la persona social. Sin embargo, al considerar la sociedad como límite, es necesario analizar el tema desde los miles de perfiles que deben considerarse cuando se estudia la sociedad en la que cada una de las personas vive.
¿Por qué? Se nace en sociedad. Es posible que esa sociedad sea connatural a la persona humana porque, en cierto modo, esa sociedad sea una conformación de familias que comparten una misma historia y, desde ella, una misma lengua, una misma moral social, una misma cultura, una misma idiosincrasia, una misma forma de vida. Pero, es posible que esa sociedad sea un híbrido y, aunque de seres humanos, exija de la mezcla, del combinado, del mestizaje, etc. Esa distinta sociedad exige considerar lo que unifica y superar lo que distingue. Aún así, desde la igualdad, los seres humanos tienen la capacidad de hacer sociedad y hacerse a la sociedad, de influir en la sociedad y dejarse influir de la misma. Desde la igualdad es posible ser sociedad, construir sociedad y hacer sociedad, siendo parte de cualquier sociedad. ¿Por qué? Porque el ser humano tiene, naturalmente, a la perfección y, por ende, y naturalmente, apuesta por la construcción no por la destrucción.
Por eso, es posible sostener -sin ingenuidades- que la misma sociedad potencia la libertad de las personas y que la persona humana no sólo esta preparada y debe prepararse para enfrentar los distintos tamices a la que lo enfrenta la sociedad misma. Sea cual sea la sociedad en la que esa libertad deba vivir o compartir la vida, la persona humana libre debe construir sociedad y debe construir desde esa sociedad.