Evolución histórica del notariado en
México
ETAPA COLONIAL
La época colonial nació en
1521 con el fin de la Conquista y la caída de Cuauhtémoc; los conquistadores
enfocaron sus esfuerzos a organizar la vida política, jurídica, económica así
como la religiosa.
En la época colonial, una de
las facultades del rey era la de designar a los escribanos por ser una de las
actividades del estado. En la práctica, los virreyes, gobernadores, alcalde y
los cabildos hacían uso de esta facultad al designar de manera provisional a
los escribanos, mientras que el rey los ratificaba. En un principio, existía la
compra del oficio, siendo una de las formas de ingreso a la escribanía; en
efecto, eso continúo durante varias épocas.
Los requisitos para ser
escribano: ser mayor de 25 años, de buena fama, lego, reservado, cristiano, de
buen entendimiento, vecino del lugar y conocedor del escribir. Las escrituras
debían ser realizadas con letra clara, en castellano y en un papel sellado, sin
guarismos ni abreviaturas contando con la actuación personalizada del notario;
tenían también la obligación de leerlas íntegramente, dando fe da la firma de
los otorgantes y de su conocimiento.[6] La escribanía era una actividad
privada, el rey señalaba el signo que debía utilizar cada escribano.
Había dos clases de escribanos
según las Siete Partidas: los de la corte del rey y los escribanos públicos; en
cambio las Leyes de las Indias señalaron tres tipos: los públicos, los reales y
los de número.
Para 1792 se construyó el Real
Colegio de Escribanos de México; la Academia de Pasantes y Aspirantes de
Escribanos fue creada un año después, y más tarde, en 1793, la Real Audiencia
fundó una Academia de Enseñanza Notarial a la que debían concurrir por lo menos
dos meses por mes los aspirantes a escribanos.
De esta manera se logró una
gran evolución notarial por medio de leyes, decretos y cédulas, marcando el
paso del refinamiento y actualización que día con día requiere la institución
en comento.
